Quinoa y amaranto: 500 Años en el olvido
Aunque hasta hace unos años era una planta casi desconocida en Europa, la historia de la quinoa (Chenopodium quinoa) es muy larga, con toda probabilidad ya se cultivaba hace 7000 años. Así lo demuestran los hallazgos de semillas de quinoa en tumbas de esa época encontradas en Chile y en Perú. Este alimento, que se adaptó fácilmente a casi todos los climas del altiplano andino, fue bautizado por los quechuas con el nombre de “Kinwa”. Durante milenios representó la principal fuente nutricional de las poblaciones indígenas y, gracias a su alta adaptabilidad, fue cultivada en gran parte de América del Sur (Chile, Perú, Bolivia, Colombia, Argentina, Ecuador). La quinoa llegó a ser considerada un alimento sagrado, al que se le atribuyó el nombre de “Chisaya Mama”, o sea la “madre de todas las semillas”. Cada año, durante el solsticio de verano, se ofrendaban al dios Sol vasijas doradas llenas de semillas de quinoa.
Los Conquistadores, a su llegada, se encontraron frente a un mundo de nuevos cultivos y sabores, algunos de los cuales fueron exaltados (como el maíz), otros ignorados, e incluso otros fueron prohibidos, este es el caso de la quinoa (y del amaranto del que hablaré más adelante). La quinoa se definía con una expresión despectiva “la comida de los indios”. Siendo además considerada por las poblaciones locales una planta sagrada, (estamos en la época de los Reyes Católicos y con una incipiente Inquisición) se prohibió su cultivo en favor del maíz y otras plantas. Algunos textos hablan de una incapacidad de los europeos para adaptarse a su sabor debido a las saponinas, ignorando que, con el lavado, estas sustancias se habrían eliminado y el sabor habría sido mucho más agradable. Esto ayudó a aumentar el desprecio por esta planta. Desde entonces, la quinoa fue cultivada únicamente para uso familiar, en rincones donde las poblaciones nativas han conservado esta semilla y sus técnicas de cultivo hasta el día de hoy. A partir de la década de los ochenta, la quinoa comenzó a despertar el interés de los mercados estadounidenses, a partir de ahí comenzó a aumentar la producción en Bolivia y Perú y comenzó a cultivarse también en Estados Unidos, Canadá y en menor medida en Europa, donde sólo en los últimos años ha salido a relucir esta semilla.
El amaranto, al igual que la quinoa, ha vivido una larga y complicada historia, habiéndose prohibido también su cultivo tras la llegada de los conquistadores a América. El amaranto, sin embargo, a diferencia de la quinoa, logró atraer el interés de los europeos, tanto que fue importado a Europa y hubo un intento de cultivo que, sin embargo, no tuvo los resultados deseados. El amaranto se utilizó entonces para embellecer los jardines de los nobles europeos, sin fines alimenticios. El gran obstáculo para el amaranto vino del papel que esta planta jugó para las poblaciones indígenas desde el punto de vista religioso y simbólico. Gracias a su cualidad de planta que no se pudre (de ahí el nombre de amaranto, por su inmortalidad) representaba el cuerpo de los dioses en los rituales religiosos. Las mujeres aztecas elaboraban una masa a base de semillas de amaranto, miel y sangre (llamada tzoalli) con la que modelaban las imágenes de los cuerpos de los dioses, que luego se comían, en un rito considerado ultrajante por los conquistadores católicos que lo veían como una versión pagana de la comunión cristiana. Además de su función sagrada, otro factor que contribuyó a su casi total desaparición fue el color de su flor que los conquistadores asociaron con el diablo.
Durante casi 500 años, el cultivo del amaranto también fue realizado por pequeñas comunidades rurales en rincones remotos del planeta pero, a partir de los años 70 del siglo pasado, esta planta también comenzó a tener éxito tanto en el continente americano (especialmente en México como una alternativa a los cereales) como en otras partes del mundo. Desde la década de 1980, su cultivo ha traspasado las fronteras de América del Sur y Central, expandiéndose a China, India y Estados Unidos. En este momento, especialmente en Europa, su notoriedad y su consumo, probablemente estén relevados por el gran éxito y promoción mediática que está teniendo la quinoa, pero con toda probabilidad, también el amaranto estará pronto en el punto de mira.